El Hada de las letras
Por: Verónica Schennel
Mariana, el Hada de las letras, escribía sobre las nubes, el sol, la luna y las estrellas porque sus ojos contemplaban el cielo en la claridad del día y desde la oscuridad de la noche.
A veces escribía sobre las flores y las mariposas porque ella volaba disfrutando de sus colores.
También escribía sobre el viento y el mar, porque su piel y sus alas habían sentido la brisa al volar y la humedad al jugar con las mágicas aguas.
Pero ella quería
escribir sobre los sentimientos, ir más allá de los sentidos, expresando todo
aquello que no se puede ver, escuchar, oler, degustar o tocar a simple tacto.
Mariana quería
escribir sobre el amor, la felicidad, el miedo y la tristeza.
Una mañana
escuchó risas que venían del jardín, eran sus amigas que bromeaban y reían a
carcajadas sin parar. Mariana pensó que la felicidad está junto a los seres
amados, se puede ser feliz sin esfuerzo, sin buscar desesperadamente la
felicidad porque ésta se puede hallar en simples momentos, en los más simples
detalles. Y podemos reír hasta de nosotros mismos. Siempre hay motivos para
reír y ser felices.
Quizás Mariana
se sumergía tanto en sus textos que olvidaba vivir para encontrar una mayor
inspiración y experiencias que le permitieran escribir más historias, más
poemas, más canciones… Transmitiendo la esencia de la vida, pero una vida real,
una vida cargada de sentimientos a través de momentos y situaciones que nos
dejaron experiencias, las cuales podemos narrar y compartir.
Mariana quiso
vivir una aventura, así que voló y voló, llegando muy lejos. Era un bosque
parecido a su hogar, pero ella no lo conocía, era la primera vez que se alejaba
tanto de su territorio. Cuando disfrutaba del paisaje sintió una mirada
profunda que la observaba, luego pudo percibir un olor extraño. Al darse la vuelta
vio un pájaro enorme que la acechaba como cualquier animal que observa a su
presa antes de cazarla. Ella volaba para escapar, el pájaro volaba detrás de
ella.
Sus alas temblaban y eso le impedía volar rápido. Vio un hueco en un árbol y se metió para ocultarse. Por suerte, el pájaro era grande y era imposible que pudiera entrar por aquel diminuto hueco.
Su corazón latía con fuerza, su respiración estaba acelerada, su cuerpo temblaba de manera involuntaria, ella había descubierto lo que es el miedo.
Cuando el pájaro
se fue, ella salió y escuchó una hermosa voz que entonaba una canción. Era un
duende de hermosa voz que sentado en una piedra pulía sus botas. Mariana se
sintió a salvo, aquel duende le inspiraba confianza aunque no lo conocía.
Empezaron a conversar, él le hizo un recorrido por aquel hermoso lugar, le enseñó cada piedra, cada flor, cada criatura que allí habitaba. También, durante el recorrido le cantó varias canciones y cortó unas flores para ella, colocando una de esas flores en su cabello.
Mariana se sentía feliz y segura, no dejaba de reír y de suspirar, ella había descubierto el amor.
Al final del día, ella debía volver a su hogar. El duende la acompañó y le confesó su amor, pero él tenía una esposa y 7 hijos esperándolo en casa. Le dio un beso a Mariana en la frente y se fue alejando hasta que ella dejó de verlo.
La flor que
Mariana llevaba en su cabello se marchitó y cayó al suelo. Sus ojos se nublaron
y las lágrimas empezaron a correr por su rostro.
Ella sentía un
vacío en su pecho, algo se había derrumbado en su interior. Fue así que conoció
la tristeza.
Un año después, Mariana, el Hada de las letras, publicó su primer libro dedicado a los sentimientos.
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