EN LA ETERNIDAD
Por: Verónica Schennel
Manos sudorosas que temblaban, ojos empañados que buscaban consuelo, lágrimas que se desprendían de mis ojos, tal como se desprendió mi mano sin vida mientras tú la sostenías.
Ya yo no sentía dolor, pero tú si, sentías el dolor de mi partida.
Tu rostro que tanto amé fue lo último que ví.