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lunes, 5 de febrero de 2024

Artículo de la Semana

 

 

 

Reinas que cambiaron el mundo:
Hatshepsut

 


  

    Considerada hoy una de las soberanas más poderosas y exitosas de Egipto, Hatshepsut fue conocida durante siglos como rey y no como reina, ya que exigió que se la representara como varón, con barba. Esta faraona supervisó inmensas obras de ingeniería, por ejemplo, el templo de Deir el-Bahari, y potenció importantes rutas comerciales por toda la región. Además, dirigió expediciones y creó riqueza y arte para Egipto.

    Cuando se vio lo suficientemente fuerte, la hasta entonces gran esposa real y esposa del dios, Hatshepsut, en presencia del faraón Tutmosis III, se autoproclamó también faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón con el beneplácito de los sacerdotes, encabezados por Hpuseneb. El golpe de efecto fue magistral, y el inexperto Tutmosis III no pudo hacer otra cosa más que admitir la superioridad de su tía y madrastra. Hatshepsut se había convertido en la tercera reina-faraón conocida en la historia egipcia.

    Hatshepsut asumió todos los atributos masculinos de su cargo excepto el título de "Toro poderoso" haciéndose representar a partir de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. Estableció una insólita corregencia con su sobrino, aunque hubo un clarísimo predominio de la primera sobre el segundo, hasta tal extremo de colocarlo en un segundo plano impropio del papel futuro que tendría Tutmosis III en la historia. Tal era el carisma y la personalidad de esta mujer.

    Sin embargo, es necesario contextualizar por qué aludimos a Hatshepsut como faraón y no como reina-faraón o faraona. En el antiguo Egipto el título de reina no existía, puesto que las soberanas ostentaban, entre otros, el título de gran esposa real y esposa del dios, es decir, la esposa del rey. En ningún caso podemos aludir a ellas como reinas, pues carecían de poder de decisión y solo tenían funciones rituales. De hecho, el título más parecido al de reina en la Antigüedad era de Regente del Sur y del Norte, que alude a un poder temporal no confirmado.

    Aun así, no se puede ver de ninguna forma a Hatshepsut como una usurpadora, visión que han trasladado a nuestra época algunos autores. Al menos no se vio así en su tiempo, pues de haber sido el caso, Hatshepsut habría eliminado con total facilidad a sus adversarios o se habría producido una guerra civil. Tutmosis III no estuvo encerrado en palacio, como se ha llegado a pensar, ni tampoco Hatshepsut evitó hacer mención alguna a su existencia. La sociedad de entonces asumió sin problemas la nueva situación, y Hatshepsut gozó de uno de los reinados más prósperos de toda la historia egipcia, gracias también al apoyo recibido por Hapuseneb y Senenmut

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