Por: Irma Ustariz
Se estima que para el año 2050, La trasformación global del clima, las temperaturas, vientos y humedad actuaran dramáticamente sobre la desigualdad en los países más pobres, las sequias y amenazas a los poseedores de tierras, el índice de aumentos en los alimentos lo cual significa que a amuchas personas les costará alimentar a la familia.
Las alteraciones del clima global, incrementan la desigualdad social extrema. Los más ricos son los que más emisiones contaminantes generan, las causas estructurales económicas y el sistema neocolonial del sistema capitalista crece de forma ilimitada, sin tomar en cuenta que el planeta se desarrolla a un ritmo natural basados en el fomento y conservación de la biodiversidad, la huella ecológica que causan el crecimiento del patriarcado engloban como la colonización la mujer que dependen de la naturaleza y actividades esclavistas, la dominación cultural que sostiene este modelo que atenta contra la vida.
En períodos de sequía prolongada, las mujeres y las niñas hacen viajes más frecuentes y largos para obtener comida o agua, lo que las hace vulnerables a la agresión sexual.
Algunos vendedores de comida, granjeros o terratenientes insisten en intercambiar sexo con mujeres a cambio de comida o alquiler. Incluso los intentos de las mujeres de negociar la mano de obra a cambio de alimentos a veces son rechazados y estos hombres con poder insisten en el sexo.
Las niñas que pasan más tiempo buscando agua pasan menos tiempo en la escuela e incluso dejan sus estudios. Las mujeres dijeron que tener que pasar más tiempo y energía para encontrar comida y agua significaba que no tendrían tiempo para completar sus otras responsabilidades domésticas y familiares. En algunos casos, este trabajo adicional significaba que se cansaban demasiado para tener relaciones sexuales y algunos hombres respondían a esto con violencia.
En las familias donde los hombres se iban de su casa para ganarse la vida en otro lugar, las mujeres y los niños tenían que valerse por sí mismos, lo que los hacía vulnerables a la violencia y la explotación sexual.
La desigualdad de género es también un factor determinante de la seguridad alimentaria. Esta realidad demanda una respuesta firme y urgente por parte de la comunidad internacional, el sector privado, los gobiernos y la sociedad civil. Las mujeres no pueden seguir siendo víctimas de la injusticia climática
Las malas cosechas, la pérdida de ganado, los ingresos más bajos y la inseguridad alimentaria ejercen presión sobre el papel tradicional de los hombres como proveedores, quienes a menudo recurren al alcohol para asimilarlo y pueden volverse más violentos, especialmente durante discusiones con sus esposas.
Las mujeres, como principales actoras en la primera línea de defensa contra el cambio climático, pero también las más afectadas en el tema de la desigualdad de género es un factor determinante en la seguridad alimentaria. Esta realidad exige a una respuesta firme y urgente por parte de la comunidad internacional, el sector privado, los gobiernos y la sociedad civil. Las mujeres no pueden seguir siendo víctimas de la injusticia climática.
En cuanto a las extensas áreas de nuestra región, la deforestación avanza sin tregua, condenando a bosques y reservas naturales a la desaparición, razón por la que la ONU afirma que la sequía podría ser “la próxima pandemia”.
De acuerdo a los informes del Banco Mundial, América Latina y el Caribe es una de las regiones más vulnerables a los efectos del cambio climático con un impacto económico importante, y pudiendo alcanzar los 100.000 millones anuales de dólares en 2050 (85.852 millones anuales de euros).
Pero hay una dimensión más. El cambio climático no es neutral desde una perspectiva de género. Las mujeres y niñas tienden a sufrir más las consecuencias negativas. Para empezar, estos eventos extremos se cobran proporcionalmente más vidas de mujeres que de hombres. Según un informe del PNUD de 2019, en fenómenos climáticos extremos ocurridos en los últimos 20 años, la proporción de fallecimientos entre mujeres fue superior al 60%.
Después de la catástrofe, las mujeres son también las más vulnerables a experimentar inseguridad alimentaria. Al verse afectadas la disponibilidad, la accesibilidad, el consumo, la estabilidad y la producción de alimentos, son ellas las primeras que sufren las consecuencias. También son ellas quienes llevan la peor parte desde el punto de vista económico.
Las desigualdades de género existentes afectan el acceso y control sobre recursos, empleo, educación y toma de decisiones, las cuales se podrían agudizar ante los efectos del cambio climático. La desigual distribución de roles en el ámbito doméstico, la alta dependencia de las mujeres de la agricultura de subsistencia, y las dificultades de acceso a recursos como agua y leña, las hace más vulnerables ante esta crisis.
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