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lunes, 12 de diciembre de 2022

Zenobia La Reina Guerrera: Un Poco de Historia

Mujer guerrera montada en un caballo blanco en e centro de la batalla

Señora del Oriente


Por: Irma Ustáriz


    Cuando escuchamos hablar de mujeres guerreras que estuvieron a cargo de ejércitos y liberaron sus países de invasores extranjeros, inmediatamente pensamos en Cleopatra. Al igual que esta valiosa y valiente reina y guerrera, existió en Palmira una rica ciudad situada en el Oriente Medio una Reina Llamada Zenobia. En esta rica ciudad siria estuvo a punto de erigirse en capital de un gran Estado oriental de la mano de su culta y valerosa reina Zenobia, pero el después de varios combates el emperador Aureliano la conquistó y la sometió de nuevo a Roma.


    Zenobia, una hermosa mujer de piel morena, ojos penetrantes y una inteligencia fina y cultivada, hablaba varios idiomas era capaz de entenderse con los filósofos en griego, con los juristas en latín y con los antiguos sacerdotes en sirio y egipcio. Se jactaba de proceder de la estirpe de los reyes helenísticos de Egipto y su familia había obtenido la ciudadanía romana hacía una generación.


    Tenía como consejero a un eminente filósofo y literato griego, Casio Longino. Y estaba dotada de una astucia política y capacidad de persuasión excepcionales. Así era Zenobia de Palmira, la reina que puso en jaque durante largo tiempo la soberanía de Roma sobre Oriente.


    Palmira la ciudad de Zenobia, en el centro de la actual Siria, se alzaba en una encrucijada entre Occidente y Oriente, entre el mundo mediterráneo regido por Roma y los grandes imperios asiáticos. Incorporada a Roma a mediados del siglo I A.C., Palmira se convirtió en una floreciente ciudad enriquecida enormemente gracias al comercio que discurría por el Próximo Oriente. La “perla del desierto”, como se la conocía, era punto neurálgico y parada obligada en la ruta de las caravanas que atravesaba los yermos de aquellos parajes.


    Surgida en torno a un oasis, la ciudad disponía de magníficas construcciones, como el templo de Bel o el teatro, muchas de las cuales han sobrevivido al naufragio de los siglos. La propia Zenobia era un producto de la mezcla cultural que caracterizaba la región. Su padre fue un gobernador romano de la ciudad, Julio Aurelio Zenobio, y ella misma se casó con Odenato, un árabe romanizado que también llegó a ser gobernador del lugar.


Cuadro de representativo de la Reina Zenobia


    Muy pronto, Odenato y Zenobia se vieron directamente implicados en la defensa del Imperio en la frontera oriental. La persistente amenaza de los bárbaros junto al Éufrates hizo que en el año 260 el emperador Valeriano marchara en persona a la cabeza de un ejército contra los persas de Sapor I. Fue una expedición catastrófica. Derrotado estrepitosamente, el mismo Valeriano fue capturado, torturado y humillado. Durante muchos años los persas exhibieron como trofeo la piel del emperador –el primero en ser capturado por los bárbaros– y pudieron hacerse con el control de amplias zonas de Oriente y de ciudades estratégicas como Edesa.


El sueño de un imperio oriental


    La reacción contra los persas estuvo encabezada por Odenato de Palmira, quien emprendió una exitosa campaña de venganza con el beneplácito del nuevo emperador de Roma, Galieno. Hasta dos veces quebró Odenato las fuerzas de Sapor, que tuvieron que adentrarse en territorio persa para escapar de las acometidas del valiente árabe. Al principio Odenato afirmó que actuaba en nombre de Roma, pero muy pronto quedó claro que tenía una ambición personal: establecerse como «monarca de todo el Oriente» y reinar desde su fastuosa capital. La opulenta Palmira tal vez estaba llamada a convertirse en una capital de un nuevo imperio, en una Roma del desierto.


    Tras ejecutar rápidamente a Meonio, Zenobia terminó con la ficción de la aparente sumisión de Palmira y sus dominios al emperador de Roma, Galieno. Poco a poco, en una inteligente política y al parecer aconsejada por el filósofo y sofista griego Longino, Zenobia fue dejando claro que su reino era totalmente independiente del Imperio. De este modo, a la vez que seguía manteniendo a raya a los persas, agregó a varios Estados vecinos, entre ellos a los árabes. Se atrevió incluso a conquistar Egipto, la provincia más rica de las sometidas a Roma, alegando que era heredera de la antigua dinastía de los Ptolomeos; continuadora, pues, de Cleopatra, una reina con quien tenía vínculos familiares y con la que a menudo fue comparada.




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